miércoles, 16 de diciembre de 2009

Buenos aires en la memoria gráfica de 2 enamorados.

saki says: (15:41:29)
Ayer pensé en Buenos Aires
era un teatro de sonido y furia.

saki says: (15:41:37)
y ambos.

saki says: (15:42:02)
vestidos de tontos,
le dábamos sentido al ocaso de la vida

saki says: (15:43:06)
como dos sombras 

saki says: (15:43:29)
que se extendieron hasta el horizonte 
para morir juntas en la noche

saki says: (15:44:21)
Ayer pensé en Buenos Aires
y veia una Itaca anacrónica

Andre says: (15:45:53)
oye santi

Andre says: (15:45:56)
y el cable d la camara?

saki says: (15:45:58)
la promesa vestida de antaño
de que ambos regresaríamos 
a ser destino

Andre says: (15:46:00)
(eso de quien es?)

saki says: (15:47:39)
y paseábamos
y la luz naranja de los días
aplaudía nuestra hazaña de ser infinitos 
en esa ciudad del Mundo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Carta a un fantasma.

Espero, hable por sí sola.



Pedro,

 

mi nombre es Santiago Quintero, soy un joven literato de 20 años y, con todo el respeto, creía que usted estaba muerto.

Hace unos años, 6 quizás, me encontré en los anaqueles viejos de mi casa su libro Fábulas y Verdades de un Garrafal Olvido. El libro, cubierto de días y polvo, se me aparecía amarillo y destartalado; en la primera página una dedicatoria a mi tía, de 1989. El libro lo leí tres años después y confieso que no lo he vuelto a leer desde entonces.

Cuando pudo, me dio a parir un poema que, dedicado a usted y a esa única obra que yo conocía, hoy -en vísperas del aniversario de la tragedia de Armero. quise dar a conocer a un amigo. El poema se lo adjunto a este mensaje. Ahora, quizás por la condición del libro, de lo que él habla, incluso por la dedicatoria que para nosotros los jóvenes parece de antaño (-¡clásica!-), me pudo jugar la Literatura su artimaña y me hizo creer que eso que leía era escrito por un fantasma

 

No obstante, le escribo todo esto porque hasta hace unos minutos, como escribo arriba, usted para mi estaba muerto y bastó una página de internet con su correo electrónico para traerlo de nuevo al mundo de los vivos. El episodio, no menos irrisorio que interesante, me dejó contemplativo como al Borges de la esquina rosada y, sin ser centro de cavilaciones sobre la inclemencia eterna del Tiempo, quedé pensativo sobre como la Literatura podía matar a medias a alguien. Por supuesto me invadió algo de risa, pues me parecía imposible la ironía trágica (o cómica?); era usted enterrado vivo...

 

Pero sin querer extenderme, sólo quería comentarle lo que ya es anécdota y regalarle lo sucedido. Y esperaba que viera esto como un triunfo de su libro sobre un lector (triunfo en esta era de los fracasos) y quizás un triunfo de la Literatura sobre la realidad. No espero respuesta alguna y sin embargo me gustaría discutir algún día, de pronto con un café o una comida, lo que hoy ha sucedido. Hoy se me renueva la máxima de Paz con este episodio, esa que habla del perdido asombro de estar vivo, y se me aparece en la mente una similar para concluir y sellar esta carta al olvido..... 

 

...el repentino asombro de estar muerto.

 

 

Reciba un cordial saludo. 

lunes, 17 de agosto de 2009

Cuervo en el horizonte.

Dedicado a Craig Arnold.


El cuervo, oteando los granos finales del camino
se fija en tus migajas de vida desfallecidas al borde del olvido:
las pistas que vas dejando como un amigo del misterio y la muerte
te dejan poliforme
y de tu carne de gorrión se destilan negras plumas por la bóveda de nuestra sangre.

Hubo ese pasado
en que
Quisimos a tu lado;
junto a ti amamos el vino
y leímos de tus labios ebrios a Dickinson y a Hoagland.
Aprendimos de cada engranaje rebosante que por largo tiempo
seriamos tus amables traducciones.

Y siendo la tipografía de tus versos una noticia vaga
te reconocíamos como el argumento vago de un poeta
serio,
profano,
e inclemente
llamado destino.

Fuiste la noticia final de un abril inesperado
y te supiste, esa tarde japonesa,
aquella ave de “agorero canto”
que se resquebrajaba en una fisura rosa al final de una postal que jamás entenderíamos.

(De lejos vemos ahora tus condecoraciones
como los compatriotas ingratos ven a sus muertos.)

Al final de la velada
-y del poema-
no serás sino un recuerdo en falso
y tendremos que velarte por siempre
por las noches que juntos,
todos,
no pudimos fragmentarnos.

jueves, 18 de junio de 2009

Ocaso con algo de tedio.

“Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que
que sufro bebe sombra...”
Roque Dalton.




Hoy, como en la voz adolescente de un poema de Dalton, aunque sin secreto alguno,
bebo mi primer vino.

-Pero no el primero como un primogénito bastardo
que nace del olvido de viejas y remendadas camisas junto con algunas cartas del padre-

me refiero al primero –que es el último-
porque finalmente entiendo que lo que bebo es vino.

No una escaramuza paquidérmica de palabras
que por auxilio alguno hacen un poema anquilosado.

Hablo del primero porque tan sólo me seca la boca
y me impide amar o decir algo

y sólo me emborracha.

Es el primer vino porque lo bebo esporádico en algún sillín sin tiempo
y no entre los cómodos cojines de aquellas camadas balbuceantes
coloreadas de humo y habitadas por Mayos lejanos e incipientes.

Hoy, lejos de aquellos 15 años cuando el vino parecía un artificioso paraíso
o el pecado entre los bosques,
ya con la piel hecha dunas y la sombra agotada,

Sé que bebo el primero de mis vinos.

El primero porque, a pesar de que la soledad aún duele,
las lágrimas y ese agrio sabor a sangre
desmienten el sueño de que vivo
y, como la piedra,
me recuerdan que muero pronto.

El primero,
sé que es el primero,
porque sólo quedamos yo y el vino.

lunes, 13 de abril de 2009

Partir.

Siempre hay demasiado tiempo para pensar.
Te vas,
te vas indefinidamente.

La piel quemada, los ojos marinos,
la boca como una tremenda tumba.
El frío, el mar, la dama,
el polvo de los días que han quedado entre tus dedos.
La sal que dejó sus besos.
Tu triste equipaje olvidado...


El viento es indiferente de este lado de la ventana,
(sin embargo,
te esmeras por tragarlo a bocanadas,
y decirle adiós con los labios.)

y el atardecer te recuerda que ahora también tu eres ocaso.

Ya despedirte resulta retórico,
y el malestar se vierte en tu frente... (te alejas)
sabes que el dolor
el beso amargo de partir
es para siempre recordar
no que te vas

...pero que te has ido.

miércoles, 8 de abril de 2009

Las ciudades necesarias.

(un homenaje, quizás un insulto, a las Ciudades invisibles de Calvino: aquí sobre la muerte.)

...
-Polo, pero no me has hablado de aquella ciudad...- decía el emperador mientras prendía su pipa y se acariciaba la barba lisa y larga que le llegaba a los talones. El marinero, sin dejar su posición, reposó la taza de té sobre el piso y como haciendo una venia empezó:
-Lejos, en el centro de tu reino, se encuentra la ciudad que se llama Salomé y es la más melancólica de todas. Sus calles, a excepción de la principal, que guarda consigo una perfecta razón matemática, no son más que recobecos solitarios que guían en falso a cualquier visitante extraño que vaya de paso por el lugar, por lo que no es raro encontrar uno que otro extraviado entre los senderos escurridizos. Las variadas moradas, pues las hay diferentes, están usualmente hechas de piedra o mármol, y aunque creadas para trascender al paso intermitente del tiempo, ya se caen a pedazos y son más como ruinas que se desvanecen con el soplo frío del viento. Ahora, las pálidas avenidas, ligeramente alumbradas por el resplandor gris del cielo, son interminablemente recorridas por dos tipos de seres: los primeros, sus habitantes, son silenciosos y pálidos espectros que deambulan por el lugar; lánguidas y blancuchas luces invisibles que acompañan a cada visitante como guardianes, manifestándose únicamente como susurros de la memoria. Y los segundos, los infinitos huéspedes tristes y curiosos, no son más que personas de otras ciudades que buscan fielmente recobrar el furor de días pasados; vestidos de colores y algunos de negros atuendos, llevan flores a cada hogar de los que allí moran y piden por el porvenir de si mismos y los suyos.
Salomé, podría decirse, no es más que un gran salón de reuniones largamente previstas, reuniones en las que, por supuesto, ambas partes, moradores y visitantes, están tan empeñados en ser escuchados que olvidan siempre escuchar al otro, y entonces ni los susurros ni las plegarias son realmente atendidas. Sin embargo tan esperanzador parece comunicarse con el más allá (o más acá) que se empeñan en ser obedientes y entregados a sus rituales.
Tal es la devoción vivida en esta ciudad mi Khan, tal es el culto a los que ya se han ido; las personas como los espectros sobreviven del sentimiento que les produce pensar en que hubo tiempos mejores, y es precisamente en esta ciudadela vieja y en ruinas donde pueden tener ese espacio de memoria y olvido... Tal es la fuerza, mi Khan, de aquello que hubo y habría sido.

El Khan que atento había escuchado se levantaba ahora con gesto apático:
-¿Y por qué lo hacen? ¿Que acaso creen que son dioses o maravillosos genios que cumplirán todos sus sueños?
-¿Te molesta acaso que tu gente dependa de sus recuerdos?- replicaba Polo

-No. Lo que realmente me molesta es que pienso que al parecer este imperio no necesita un emperador,..

-Entonces ¿Qué mi Khan?-

-lo que necesita es un muerto....

martes, 7 de abril de 2009

El ahora en la arena.

Ahora que el tiempo se viste de cifras y números
y no somos más que el escandeo interminable de las horas,
la vida triste se desvanece pronta
-y a la vista aquello por irse y no aquello que se ha ido.-
Entonces luchamos incesantes contra las corrientes del río
queriendo evitar la cara del mar que es el frío fracaso;
Y desprovistos de ideas cedemos a las máscaras para burlar lo inevitable;
el ocaso en el espejo

¿Dónde ha quedado acaso la posibilidad de una memoria,
de una lápida inerte, una honra esclarecida?

¿Dónde ha quedado ese cielo, esa elegía necesaria?

¿Acaso ya no hay rosa que pueda evitar su horrible destino
de vivir más de una vida?

De tanto huirle a la muerte
y proclamar permanencia
hemos también olvidado el olvido.

Madre.

Una señora ya en edades
no necesariamente vieja,
pero si eterna,
Llora.
Llora porque es madre,
porque le pesa más el vientre vacío.

Llora porque se sabe Tirano,
con la conciencia trágica de la ironía
de su muerte,
de su amor....
y se deforma.

Llora por desgraciada,
con las lágrimas de luto,
con las manos ya muy tiesas
con la piel dura y morena,
con la espalda desnuda...

Y sin embargo, aunque llora,
lo hace en silencio,
con la carga de los años escondida
con los labios bien sellados
y sangrando...
Llora en la oscuridad porque
así debe.
porque ella y los fantasmas se lo exigen

(lloras madre, y lo sé...)
con las lagrimas de muerto
siempre muy tiernas y muy fuertes.

Esa noche...

No hablaba de marañas
ni de arañas feas en tus cabellos.
Hablaba de una población enloquecida en tu cabeza
que habiéndose visto retorcida jugaba con tu pelo
como si se tratara de una feria.
Poblaban con locura tu semblante, como si recorrieran tu cuerpo silenciosos
y reventaban instantáneos en tus coyunturas.
Eran especies divertidas, ruidosas y espontáneas (no espantosas y homicidas)
eran fantasmas, eran espectros inadvertidos.

Vientos que explotaban intermitentes de tu vientre hacia las manos
desembocando casi todos en tu boca.
Eran fuentes irrisorias diminutas,
oráculos hambrientos,
deseantes,
anticipando como un juego el grandísimo espectáculo.

Eran bichos rechinantes con forma extraterrestre,
eran yuxtaposición de pensamientos

Eran mis besos en la cama,
mientras estabas tu riendo.

Solo en una tarde adormecida.

Me siento solo,
completamente solo en el infinito círculo de la mesa.
Contemplo la ausencia en la silla del frente,
el sol de la tarde la corta con parsimonia celestial.

Miro mis manos confortables:
carne que yace tranquila en la comodidad café de la madera.
lentamente alejo la mirada de mi centro,
alejo los pensamientos de mi cuerpo y dejo que mi ego se disipe en el poniente.

El puesto está vacio.
Está vacío por que no hay nadie
Nadie.
Es el silencio de alguien más.
Alguien más.

Imágenes empiezan a surgir como sombras platónicas,
reflejos en cerrados párpados que dormitan debido al calor vespertino:
Hombres y mujeres de materia oscura, masas hechas de imaginación y memoria
únicamente existentes gracias al olvido;
se aparecen ante mi en esa descansada e incomoda siesta en el comedor abandonado.

Pero,
una vez he recuperado al universo,
y todos los hombres se me presentan como un nudo molesto y onírico,
desecho lentamente las posibilidades pitagóricas de los probabilísticos encuentros
y recreo a la primera persona:
ojos, manos, labios, sonrisa
(polvo, sueño, arena, agonía)

Ella...



Y entonces las manos se estremecen súbitamente.
La membrana roja de mis ojos, confortada entonces por la luz naranja,
se transforma en molesto brillo.
El calor desespera mi rostro y sofoca,
en un suspiro exhausto,
el intento de despertarme.

ya no siento la multitud imaginada,
y la sombra se torna de nuevo en sombra...
El mundo ha desaparecido de mi sala,
(mis labios secos)
y puedo contemplar de nuevo la silla...
la silla tan vacía como siempre

lunes, 6 de abril de 2009

A la foto de una joven dama.

“Sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.”
J.L. Borges.

La dama de la foto no es la Dama,
ésta es inmarcesible como la rosa que sostiene.
Es objeto al tiempo inasible,
amuleto preciado de una tarde memorable,
es eternidad sin posibilidad de olvido.

La dama de mi mente en cambio,
aunque tampoco sea verdadera
y no goce de la inmortalidad de aquella en el retrato
(se pierde fácilmente, es por otras suplantada)
la prefiero sobre la primera.

Porque Ella, tejida delicadamente en la memoria,
no es como La Flor por siempre silenciosa
sino la que vive y muere en cualquier espino.

Es materia de la ausencia
es oblivion infinito,
es el recuerdo de la rosa
que lentamente, con el paso de los años,
despoja de su cuerpo algunos pétalos
como diciendo:

soy la dama, la verdadera dama,
porque muero.

viernes, 3 de abril de 2009

Lejos.

Lejos, tan lejos como se puede
más allá de la tierra misma
probablemente en un océano,
en una extraña selva negra e irresoluta.
Lejos en los jardines más perdidos y olvidados,
en las historias que hablan sobre ellos.
Lejos en las palabras más ignotas y desoladas,
en un larga lista en arameo;
en un pequeño grano recurrente
con sus multiplicidades infinitas.
Lejos en el canto del pasado,
y en el inconcluso minuto del presente.
Lejos donde la bruma no llega con frío,
lejos donde los rezos se desorientan,
lejos donde no es donde
lejos donde se pierden las cometas.

Lejos, allá, lejos,
fue a dar finalmente el alma
esa alma mía que huía de tus ojos que no amaban.

martes, 31 de marzo de 2009

Para lo que sirven las letras a un hombre enamorado.

El papel ajado con violencia no es más que una rutina,
-es sabido que de costumbre el poeta arremete contra sus palabras y las tuerce:
violenta los versos para dejarlos inservibles, se desquita agresivo, lo desbarata.-
Las comas y los puntos se derraman como sangre,
y el papel roto resuelve por relegar al vacío los mejores verbos del poema.
No quedan más que múltiples adjetivos que no sirven. Sólo se sobreponen.
Le describen a la amada exponencialmente, la detallan,
la perfeccionan
la exaltan.
Lentamente la materializan, avivan su carne como un retaso de artesanía inolvidable,
poco a poco establecen con desdén cada mecanismo de su insoportable levedad y, aunque no la traen a la vida,
la recrean estática y tangible a los labios.

Por eso le toca el papel de homicida al poeta cuando está enamorado,
por eso al hombre le suenan a silencio las palabras cuando ama:
por que no le sirven sino para recuperar nostalgias
o conquistar tierras sostenidas en el polvo.
Y ambos saben tristemente lo que ello significa:
las palabras
en la minuciosa pero imposible tarea de asir lo amado,
no son sino rastros y tumbas de un cuidadoso fracaso.
El giro patético de unas horas perdidas.

Por eso el papel (y pronto los papeles)
yace(n) al borde del abismo en la mesa,
debatiéndose en la gravedad del asunto su único y perturbador destino:
si bien a las alturas mausoleícas del retablo,
bien en las frías y planas latitudes del suelo,
el poema es condenado a rellenar el vacío y no ser más que negro sobre blanco,
obligado por Amor hipócrita (ese sínico desgraciado) a ser contrato, receta, lista u olvido.
Línea sobre línea acumulando imposibles, evitando aquello que planeó decir desde un principio (ahora lejano), espera la hoja a ser desechada como una lágrima del Tiempo

lunes, 2 de febrero de 2009

Aqui va un micro-cuento.


Habría corrido infinitamente. Los músculos, las manos, la cara en un aburrido cansancio. Aquiles, hombre infeliz: no sabrá nunca que Zenón jamás trazó una meta para la tortuga.

martes, 27 de enero de 2009

Ayer
recorrí,
Errático en las ruinas de mi triste biblioteca,
Las páginas de aquellos poemas olvidados sin dedicatoria

Ahora los miro.
Los miro incrédulo:
las letras se difuminan en un profundo amarillo
Y se pierden en la hoja como ancianos encorvados convirtiéndose en polvo.

El sol naranja de la tarde regado en los folios y la mesa
(vestigio de un ocaso)
Me hace sentir que alguna vez los escribí por amor.

Pero luego…
En la noche poniente que se destila después de las horas,
Ya cansados mis ojos de tanto devorar las sombras de mi pasado,
Recuerdo que los escribí para ti
Y también recuerdo por qué los había olvidado…

lunes, 19 de enero de 2009

Craig.

Aqui va uno en inglés...

I’ve been trying to decipher,
now for a while,
the guy there standing; the one getting drunk at the window,
loathing, against the blue wall and the book shells.


He,
,
reads poetry.


The wine in his hands shakes as for he’s already trashed out,
and the lip trace outstanding at the very edge of the cup
suddenly mingles with that of what he reads:
No longer could I differ which one
-I mean the words floating on the Cabernet-or the shadow lips on the glass,
was the real poem.

Still, I concentrate,
I do want to translate him,
and I fight against the moody bookstore full of beautiful text-cores
and the fact I could fall in love with him.

He unfolds,
he continues on his Dionysic ritual,
He spares his life on that anonymous window
reading what I consider the one same undressed-body of Persephone.
He himself, becomes Mimesis of his own image inside the windowpane,
-Beyond Eikasia- I think
and for a moment the insipient silence of the audience disappear
and a vague ovation emerges from their meat.
The white, tall & well-oiled machine has now stopped.
His already purple mouth has been put into stand-by while his hands,
mechanical indeed,
pursue the missing letters from some poem.

“This one I found profound and appropriate” he might say
but he prefers an undercover giggle,
spreading through the melting bodies around him.
He stabs his eyes on the paper as if the words were trying to escape from a predator.

Pause----------------------------------------Breathe.

The bloody (torn apart) corpse of the poem hangs from his red-moisty lips
as he swings in a sort of primeval erotism;
the dust of those religious non-read books at the store’s most uncertain section
turns into a dimming fog floating against the faces of those hoping any kind of sexual act involving his soft-core pronunciation.

He (again)
,
reads poetry

Though the wine is now dry,
and for me,
I have fallen dead
or in love.

Maybe both.

... So said Persephone.