lunes, 6 de abril de 2009

A la foto de una joven dama.

“Sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.”
J.L. Borges.

La dama de la foto no es la Dama,
ésta es inmarcesible como la rosa que sostiene.
Es objeto al tiempo inasible,
amuleto preciado de una tarde memorable,
es eternidad sin posibilidad de olvido.

La dama de mi mente en cambio,
aunque tampoco sea verdadera
y no goce de la inmortalidad de aquella en el retrato
(se pierde fácilmente, es por otras suplantada)
la prefiero sobre la primera.

Porque Ella, tejida delicadamente en la memoria,
no es como La Flor por siempre silenciosa
sino la que vive y muere en cualquier espino.

Es materia de la ausencia
es oblivion infinito,
es el recuerdo de la rosa
que lentamente, con el paso de los años,
despoja de su cuerpo algunos pétalos
como diciendo:

soy la dama, la verdadera dama,
porque muero.

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