viernes, 3 de abril de 2009

Lejos.

Lejos, tan lejos como se puede
más allá de la tierra misma
probablemente en un océano,
en una extraña selva negra e irresoluta.
Lejos en los jardines más perdidos y olvidados,
en las historias que hablan sobre ellos.
Lejos en las palabras más ignotas y desoladas,
en un larga lista en arameo;
en un pequeño grano recurrente
con sus multiplicidades infinitas.
Lejos en el canto del pasado,
y en el inconcluso minuto del presente.
Lejos donde la bruma no llega con frío,
lejos donde los rezos se desorientan,
lejos donde no es donde
lejos donde se pierden las cometas.

Lejos, allá, lejos,
fue a dar finalmente el alma
esa alma mía que huía de tus ojos que no amaban.

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