jueves, 18 de junio de 2009

Ocaso con algo de tedio.

“Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que
que sufro bebe sombra...”
Roque Dalton.




Hoy, como en la voz adolescente de un poema de Dalton, aunque sin secreto alguno,
bebo mi primer vino.

-Pero no el primero como un primogénito bastardo
que nace del olvido de viejas y remendadas camisas junto con algunas cartas del padre-

me refiero al primero –que es el último-
porque finalmente entiendo que lo que bebo es vino.

No una escaramuza paquidérmica de palabras
que por auxilio alguno hacen un poema anquilosado.

Hablo del primero porque tan sólo me seca la boca
y me impide amar o decir algo

y sólo me emborracha.

Es el primer vino porque lo bebo esporádico en algún sillín sin tiempo
y no entre los cómodos cojines de aquellas camadas balbuceantes
coloreadas de humo y habitadas por Mayos lejanos e incipientes.

Hoy, lejos de aquellos 15 años cuando el vino parecía un artificioso paraíso
o el pecado entre los bosques,
ya con la piel hecha dunas y la sombra agotada,

Sé que bebo el primero de mis vinos.

El primero porque, a pesar de que la soledad aún duele,
las lágrimas y ese agrio sabor a sangre
desmienten el sueño de que vivo
y, como la piedra,
me recuerdan que muero pronto.

El primero,
sé que es el primero,
porque sólo quedamos yo y el vino.

No hay comentarios.: