jueves, 8 de julio de 2010

Planto.

Me pregunto si hay que estar viejo

para asistir al ritual de las derrotas

sentarse cómodo en el ocaso de una vida y prescindir del olvido

ver todo como en un viejo film

y recordar el fracaso de los días

inscrito en la piel como un mapa hacia la muerte.

Yo hoy, con 21 años,

despierto en una mañana asfixiante

arropado por un terciopelo gris y con la vida gritándome un laberinto.

Y me pregunto si no es también muy triste

tener la cabeza joven entre los dedos

Deseando cada pórtico para llorar víctima de un arquetipo.

Y llorar más por que el término correcto era “lugar común”

Pero me despierto y no lloro,

y apoyo los pies en la cuerda floja

mientras uno a uno

-por cada solución a mi fracaso-

me son concedidos

cajones de plomo entre las manos.

Entonces pienso “que la esperanza pesa mucho”

y veo en la cuerda que amenaza con romperse

las huellas como pasos de una canción demente

que indican como tristes

el resumen de mi vida.

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